Valió la pena esperar que, a la distancia y con la tecnología achicando los miles de kilómetros, el campeón panamericano de karate (categoría -84 kilos), Miguel Amargós, cuente lo que significó ganar el oro en Toronto. Vía Whatsapp el tucumano le contó a LG Deportiva todo lo vivido en la etapa previa con una sinceridad que lo llevó hasta las lágrimas. Su tono siempre fue pausado, pero al final su voz se quebró. “La gloria tiene muchos padres, pero el fracaso siempre fue huérfano”, reflexionó el muchacho de Villa Alem. Pese a toda la alegría por la medalla, Amargós no pudo evitar recordar los momentos en que sintió que los conflictos opacaban su carrera. ¿Cuál es su próxima meta? “Mi objetivo es llegar y abrazar a mi hijo”, expresó el campeón entre risas. Después Amargós verá lo que se viene y quiénes se suben a acompañarlo en el tren que con mucha tenacidad pintó de dorado.
- ¿Cómo te sentiste?
- Me salió todo lo que venía entrenando. Me pasó algo que nunca me había sucedido: podía intuir los ataques de los rivales. Por eso me lanzaba. O ellos estaban lentos o yo demasiado rápido con mi mente.
- Dijiste que Jorge Merino fue tu verdugo varias veces. ¿Por qué le ganaste en la definición?
- Es la primera vez que le gano al salvadoreño. Cuando él sacó ventajas, sabía que debía apurar las cosas. Empecé a medirlo, medirlo y medirlo para ver cuál era la herramienta que iba a usar.
- Para llegar a un logro como este ¿qué cosas te quitó el karate?
- No puedo decir que me quitó; es una forma muy vulgar de calificar. Yo prioricé el karate y dejé de lado amigos, estudio, trabajo y, sobre todo, el tiempo que mi hijo necesita de un padre. Alguna relación que pude haber tenido con una chica la tuve que postergar. Me dediqué de lleno a esto por esta medalla que necesitaba. La deseaba tanto... fui a ganarme la medalla.
- ¿Cómo fue la situación con la fractura que sufriste? (NdR.: tiene fracturado el segundo metacarpiano de la mano derecha)
- Fue en la semifinal, al comienzo. Si yo me hacía atender por el médico, no me iba a dejar competir. Me mandaba al hospital.
- ¿Qué pasó por tu cabeza?
- Tenía que pelear, sea con una mano, con el pie roto, con un tajo en la cara... la final la peleaba. “Es ahora o dentro de cuatro años”, me repetía. “Es ahora. Dentro de cuatro años no sé si estaré”, pensé. Era mi final. Mía porque nadie pasó lo que yo pasé. Pensaba: “yo me merezco la medalla más que él, yo tengo más ganas de ganarla que él”.
- ¿Esa situación es la que más te costó?
- Me costó más dar el peso. Tuve que bajar seis kilos porque siempre estuve por arriba. También la distancia que tengo con mi hijo. Eso cuesta mucho en las competencias porque hay que estar frío de cabeza y pensar que el sacrificio nunca será en vano. Mi próximo objetivo es llegar y abrazarlo. Tengo que recuperarme de mi mano (será operado próximamente) y veremos qué dicen los directivos porque los Panamericanos eran lo más importante este año.
- ¿Que significado tiene para vos esta conquista?
- Haberle dado al país una medalla en los Juegos Odesur y Panamericanos es histórico y épico. No tengo palabras para describir lo que siento al saber que rendí muy bien en estos años a pesar de los problemas que tengo con mi entrenamiento. Por lo general, entreno en el fondo de mi casa. Tuve problemas con la Federación Tucumana, a la que le agradezco porque ellos me formaron. Pero para los Odesur, para dos mundiales y estos Panamericanos yo me desenvolví solo. Le agradezco a Luis Andrada que me abrió las puertas de su dojo y a Gerardo por su gimnasio.
El club de la pelea
- ¿Cómo es entrenar en el fondo de tu casa para el alto rendimiento?
- Lo hice con mis amigos y mis hermanas. Los últimos dos meses entrené en Buenos Aires. Ellos no sabían tirar ni una trompada y les enseñé desde cero. El contrapiso y el hormigón del garage era mi dojo. “El Club de la Pelea” como le digo yo. Pedí ayuda por todos lados, pero como que me dejaron pasar, subestimaron a este gran campeón. Hoy tengo la medalla y espero llegar a Tucumán. Sé que mis amigos y familia me van a recibir. Y la gente también quiero que se sume. Un vez vi cómo lo recibían a Crismanich. Entiendo que no hay punto de comparación entre un Juego Olímpico y un Panamericano, pero ojalá pongan una autobomba y me lleven a la plaza Independencia. Sería fenomenal... pero con una camioneta me conformo, je.
- Cuándo mirás lo que te pasó hasta la medalla, ¿qué conclusiones sacás?
- Siento que la medalla (NdR.: las lágrimas invaden su relato, que se vuelve conmovedor) y la gloria tienen muchos padres, pero el fracaso siempre fue huérfano. A mí nadie después de cada derrota vino a sobarme el hombro y decirme seguí adelante. Hoy que soy campeón no sé si me pone feliz que toda la gente venga y diga que me conoce. No, loco, en los momentos malos no estaban, hoy que vengan y se cuelguen de mi medalla... no es así. Que todos vengan y me digan que soy un grosso es una puñalada en la espalda. Quizás me lo merezco. En las buenas están todos, pero en las malas se los valora más. Mil disculpas por la informalidad, pero tenía ese nudo en la garganta y necesitaba descargarme.
Siempre tuvo esa mirada de querer más
Elizabeth Maturano - Prof. de Educación Física
Entrenábamos en el mismo dojo. Siempre me acuerdo que cuando terminaba el turno de los más chiquitos, empezaba el nuestro y él se quedaba poniéndose las medias despacito. La madre y el padre esperaban porque él veía cómo entrenábamos. Siempre tuvo esa mirada de querer más. Es importantísimo el acompañamiento de los padres y de quién te enseña. Pero no pasa con el Estado. El Gobierno puede dar otro tipo de tranquilidad al deportista. A estos chicos los ayudaron mucho con el Enard, pero tienen que ser reconocidos. Que la provincia diga: “él es el que trajo una medalla para el país”.
Fue un proceso excelente
Leonardo Cano - Prof. de Educación Física
Los chicos que ganaron medallas forman parte de un proceso que fue excelente, precisamente, porque fue eso: un proceso. No fue una cuestión aleatoria, fue un tiempo de trabajo de cuatro años, como mínimo. Por suerte y por historia, Tucumán siempre tuvo un representante. Hoy es Miguel y en los próximos juegos esperemos que esté Gonzalo Navarro. Fue emocionante lo que pasó: vimos que un karateca argentino ganaba y ganaba peleas; mucha gente se enteró cómo es el karate; pedían que en la tele pongan las luchas en vivo. Bienvenido sea que un tucumano haya logrado eso.
La final perfecta
Gonzalo Navarro- Selección Argentina de Karate
Los seguí a todos los chicos de la selección, especialmente a Miguel. Fue una gran emoción. A los puntos los festejaba como si fuera que estaba al lado de él. Nos llenó de alegría a todos los tucumanos. Lo importante también es que los dos oros del karate le darán mucho más la difusión a este deporte y traerá más chicos que quieran practicar. El combate final que hizo Miguel fue perfecto. Buscó una maniobra que es su fuerte para hacer la diferencia y la mantuvo de forma inteligente. En 24” se pueden hacer muchas cosas porque una técnica en karate es cuestión de segundos, o menos incluso. Hay peleas que en dos segundos se dan vuelta.
Un papá superhéroe
Grecia Stephany Torres - Mamá de Aquiles Lionel, hijo de Amargós
El no debe decir nada con respecto a que su hijo tiene que perdonarlo. Aquiles no tiene nada que perdonar. Yo le expliqué a mi hijo que su papá es un superhéroe. Ellos son así: tienen una vida dura, rodeada de momentos de sacrificio para luego traer un éxito realmente importante. Estoy feliz y orgullosa por el padre de mi hijo.
Siempre, durante los seis años de Aquiles y más incluso, demostró que el sacrificio vale la pena. Sólo tengo palabras de agradecimiento y quiero expresar lo feliz que me hace saber que mi hijo tiene un papá que es un superhéroe.